Wednesday, October 7, 2009

Medieval Latin Cordialis

En una ciudad superpoblada, no hay forma de evitar el encuentro. El pueblo emana, sudores, vapores, gases y hasta lascivos deseos que apestan en estallidos de feromona. Pero estamos atascados en la paradoja del pretender. Negamos la propia contribución a la pestilencia de cloacas que se respira con asco en los barrios pobres, con orgullo de alcurnia en los barrios residenciales.

Sin embargo, preferimos tolerarnos. Negamos lo incómodo que nos viene el molde para no ser la oveja negra que incite a la rebelión. Mejor ser hipócritas. Mejor decir: “yo sí cumplo” antes de correr el riesgo de perder la zona de confort. La paradoja es que al no protestar cuando el molde nos ahorca en el cadalso, nos volvemos cómplices de la propia aniquilación. Ante la amenaza, aflora la prehispanidad. Junto con el cobre, se sale la fiera y lucha para imponer control.

Lo ignore o no, en este estado participo en la construcción de mi relación con los demás. Soy responsable de todo lo que me quejo. Mi conducta es acción; genera reacción. Yo influyo; y en mi rostro revienta la respuesta del entorno.

No se trata de dictarnos una forma de convivir. Todos los puntos son válidos, enriquecedores y nadie tiene derecho a descalificar. Mi mirada, tu sonrisa, su silencio y todas las fragancias de la emoción tienen el mismo peso en la voz. Es asunto de todos abrirle un espacio a la cordialidad.

La cordialidad es una figura social. Es una construcción comunitaria. Su existencia depende del seguimiento a un manual operativo que regula la conducta bajo parámetros éticos; silogismos de sentido común que reconocen y consideran el bienestar del Otro. La cordialidad es la columna vertebral de toda sociedad sustentable.

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