Wednesday, July 15, 2009

México Mágico

Decidí no pertenecer más a una raza.
Por eso inventé la etnia de mi nombre.
De todas formas no podemos más que inventarnos.
Reconstruirnos con la palabra.
La historia personal cambia
cada vez que se narra se ajusta
a las palabras elegidas según la ocasión.
Y la historia de los Otros,
esos personajes condenados al segundo plano
en nuestra subjetiva revisión del recuerdo,
se estira y se encoge al encajar
a trompicones
en el inestable devenir del relato.
Ni siquiera el pasado es seguro.

Quise llamarme México porque suena a guerrero.
Suena a tambores y a color Rojo Sangre
en un rojo punto en el espacio que sólo se ve por las noches.
Llamándome México me siento libre.

Nombrar es un intento vano de definir a las cosas.
Es pretender detener el movimiento
en un afán de controlar el mundo.
Llamarme México también impone límites.
Mas por fortuna en mi parcela
existe un terreno fértil, exótico,
pura selva virgen,
metafísico agujero negro
donde me crece la imaginación.

Llamarme México me hace mágico.
Porque mi verbo es mexica
tengo permiso de hacer
lo que no podría hacer si me llamara Perfecto o Juan Camaney.

Encontré mi nombre
al explorar la sombra de mis odios.
Jugando a la guerra, me encontré.
Fui caballero y espada.
Fui caballero y jaguar.
Me hice águila.
Me hice serpiente.
Me espiné las patas y me devoré.
Me siento tan México que puedo ser mágico.

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